La jornada del lunes 28 de abril en el Mutua Madrid Open estuvo marcada por el apagón nacional. Cuando se disputaba el partido de octavos de final entre Grigor Dimitrov y Jacob Fearnley, las luces del Manolo Santana se apagaron de repente y la noticia de lo que estaba pasando en el país comenzó a esparcirse rápidamente.
La situación parecía que se resolvería pronto, sin embargo, las horas pasaron y la actividad seguía sin reanudarse. Muchos comenzaron a abandonar el inmueble, sin embargo, un hermoso canto que bajaba de las tribunas detuvo a los espectadores con las notas de canciones icónicas como 'Blanco y Negro', 'Me Muero', 'La Jota de Aragón' y 'Fiesta Pagana', logrando que la incertidumbre se transformara en alegría.
En un escenario que aguardaba por la presencia de Sabalenka, Swiatek y Tsitsipas, Amara Lorenzo terminó convirtiéndose en la gran protagonista. Lo joven que había viajado desde Zaragoza hasta Madrid para pasar el fin de semana, comenzó a cantar junto a sus familiares mientras mantenían la esperanza de que la actividad se reanudar en la pista, pero jamás imaginó que terminaría llevándose todos los aplausos.
"Estaba con mi madre cantando canciones y pues ha habido una en la que debía de cantar más alto, se ha escuchado mal, empieza a aplaudir y ya como que todo el mundo se ha unido y pues ha pasado lo que ha pasado", comenzó a relatar entre risas Amara.
"Todo ha sido un poco raro, porque nosotros hemos venido aquí para ver el tenis, hemos pagado nuestra entrada y solo vimos media hora de partido, porque luego se ha ido la luz, pero lo hemos arreglado un poco, hemos estado entreteniéndonos todos. Nos la hemos pasado bien", agregó mientras algunos aficionados que permanecían en el Manolo Santana la animaban a bajar a la pista.
Amara Lorenzo vivió una tarde digna de una estrella musical. Mientras mantenía la armonía con su melodiosa voz, algunos niños se acercaban a pedirle fotografías, los aficionados coreaban su nombre e incluso le sugerían canciones para continuar la jornada. Al final, la joven de Zaragoza terminó iluminando una tarde de desconcierto antes de que las actividades terminaran siendo suspendidas.
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